En este blog, ya hemos tratado de los procedimientos del Nuevo periodismo y su vigencia actual; pero las recientes visitas a España de Gay Talese y Tom Wolfe son una buena excusa para profundizar en las ideas sobre el trabajo del reportero de este movimiento, tal como las expone Wolfe en su ensayo El nuevo periodismo (1979), y basadas, como punto de partida, en "el descubrimiento de que era posible escribir artículos muy fieles a la realidad empleando técnicas habitualmente propias de la novela".
Un modelo: la novela decimonónica
Propiamente, Tom Wolfe considera al movimiento del nuevo periodismo -por más que reniegue de este nombre- continuador de la novela realista del siglo XIX (Balzac, Dickens, Dostoyevsky...), en su pretensión de reflejar la sociedad. Más aún, para él, el alejamiento de este propósito por los autores de ficción no sólo ha dado luego lugar a obras de contenido sin interés, sino que además de peor factura. Así afirma: "el genio de todo escritor —tanto en ficción como en no-ficción— se verá gravemente coartado si no puede dominar, o si abandona, las técnicas del realismo".
La discutible conclusión de Wolfe es que los periodistas han destronado a la novela como máximo exponente literario; pero aquí nos interesa la idea de que los periodistas pueden aprender en los autores del siglo XIX "los procedimientos que conferían a la novela realista su fuerza única, variadamente conocida como «inmediatez», como «realidad concreta», como «comunicación emotiva», así como su capacidad para «apasionar»".
Recursos literarios
Es interesante remarcar que Wolfe tiene claro que se puede utilizar "cualquier artificio" literario, pero siempre con la doble intención de mantener la atención del lector, de provocarle "de forma a la vez intelectual y emotiva", y nunca de manera gratuita, sino para revelar los datos esenciales de la historia y sus protagonistas.
Por ejemplo, el autor señala que narró su reportaje Maumauado los parachoques en el tono callejero de los militantes negros, pero renunciando a expresiones obvias de jerga "para evitar que mi trabajo se diluyera en el tipismo".
Recordaba en este mismo post que para nuestro autor los procedimientos literarios básicos son la construcción por escenas, el diálogo, el punto de vista en tercera persona y la relación de gestos simbólicos; aunque Wolfe señala que es posible utilizar "desde los tradicionales dialogismos del ensayo hasta el monólogo interior y emplear muchos géneros diferentes simultáneamente, o dentro de un espacio relativamente breve".
Por contra, el uso de la puntuación o las onomatopeyas que caracterizan sus propios reportajes son apenas para Wolfe "ciertos manierismos" que sirven para "crear el efecto de un ritmo discontinuo" o recrear la ilusión "de que una persona pensaba"; pero nunca un rasgo esencial del nuevo periodismo.
La presencia del autor
Una especial importancia tiene el problema de la voz del autor, su presencia en el texto, ya que Wolfe se muestra especialmente crítico con "el narrador periodístico habitual", que califica con expresiones como
"personalidad apagada", "tapiz mortuorio" o "zumbido". Curiosamente, señala este estilo como heredero de la novela británica, contradiciendo así su defensa anterior.
Por contra, reivindica "la idea de arrancar un artículo haciendo que el lector, a través del narrador, hablase con los personajes, se insolentase con ellos, les insultase, les hostigase con ironía o superioridad, o lo que fuera".
Así, surgen posibilidades como lo que Wolfe denomina "voz de proscenio" o utilización de un lenguaje que recree el ambiente de la historia o que el autor escriba sobre el mismo en tercera persona "como si fuera un espectador perplejo".
Pero, Tom Wolfe destaca que el punto de vista autobiográfico, con el autor como un personaje más, requiere "el trabajo de describir y desarrollar su propio personaje con, por lo menos, el cuidado que dedicaría a cualquier otro" y que es un procedimiento que no funciona bien si no se ha sido realmente protagonista de los acontecimientos.
Una posibilidad, usada por autores como Hunter S. Thompson, es convertir la redacción del reportaje en una especie de autobiografía; aunque Wolfe señala que solo funciona si el autor "se las ingenia para hacer fascinantes sus reacciones" y defiende que "los escritores resultan mucho más creíbles cuando no presentan más que una simple silueta".
La documentación
El contrapeso de lo expuesto es la exigencia de que todo lo narrado esté "sacado de la vida misma", haya sido rigurosamente comprobado. "Sólo a través del trabajo de preparación más minucioso es posible, fuera de la ficción, utilizar escenas completas, diálogo prolongado, punto de vista y monólogo interior".
Así, un aspecto crucial el nuevo periodismo es la labor puramente reporteril de recoger material. De esta fase dice Wolfe: "era más intensa, más detallada, y ciertamente consumía más tiempo del que los reporteros de periódico o de revista, incluyendo los reporteros de investigación, empleaban habitualmente. (Algunos periodistas) Fomentaron la costumbre de pasarse días enteros con la gente sobre la que estaban escribiendo, semanas en algunos casos. Tenían que reunir todo el material que un periodista persigue... y luego ir más allá todavía. Parecía primordial estar allí cuando tenían lugar escenas dramáticas, para captar el diálogo, los gestos, las expresiones faciales, los detalles del ambiente. La idea consistía en ofrecer una descripción objetiva completa, más algo que los lectores siempre tenían que buscar en las novelas o los relatos breves: esto es, la vida subjetiva o emocional de los personajes".
De hecho, nuestro autor señala que un aspecto primordial para practicar este tipo de periodismo es la capacidad de "tomar contacto con completos desconocidos", ser capaces de abordar su intimidad sin sentirse "igual que mirones".
Una conclusión final
"En este nuevo periodismo no existen reglas sacerdotales... Si el periodista quiere saltar del punto de vista en tercera persona a otro en primera persona dentro de la misma escena, o dentro y fuera del punto de vista de diferentes personajes, o incluso de la voz omnisciente del narrador al monólogo interior de otra persona. El resultado es una forma que no es simplemente igual que una novela. Consume procedimientos que da la casualidad que se han originado con la novela y los mezcla con todo otro procedimiento conocido a la prosa. Y constantemente, más allá por completo de las cuestiones de técnica, se beneficia de una ventaja tan obvia, tan firme, que uno casi olvida la fuerza que posee: el simple hecho de que el lector sabe que todo esto ha sucedido realmente".
(Retrato de Tom Wolfe, de Everett R. Kinstler. Fotografía de Cliff1066™, publicada en Flickr bajo licencia CC-by)
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