Desde los discursos judiciales ante la asamblea de ciudadanos en la Grecia clásica hasta los actuales pitch de empresa, no han dejado de surgir usos para una de las funciones del lenguaje, la de persuadir al auditorio; es decir la Retórica. Hablar en público es un arte que combina habilidades muy variadas: lógica, talento escénico, psicología... como muestra este pequeño resumen de veinte normas, útil para casos muy distintos.
- Hable siempre en el lenguaje conocido por su auditorio
- Use un lenguaje sencillo
- Tenga las ideas ordenadas con claridad
- Ilustre sus charlas con ejemplos e imágenes
- Comunique con las menos palabras posibles
- Elimine las palabras que no dicen nada
- Transmita el sentimiento con la animación de todo su cuerpo
- Varíe el tono de la voz
- Recurra al gesto natural y espontáneo
- Use gráficos para hacer las explicaciones más claras
- Respalde las ideas con sus propias experiencias
- Busque motivar partiendo de las necesidades del auditorio, no de las suyas
- Mantenga el interés y la curiosidad hasta el final
- Ayude a grabar su charla en la memoria de sus oyentes
- Esté atento a recoger la reacción del público
- Suprima las introducciones que no tengan carga de entropía
- Vaya derecho al tema desde el primer segundo
- Elimine las frases hechas, muletillas y tics
- Abrevie las narraciones. Mantenga los detalles
- Repita varias veces el mensaje
Y sobre todo, hay que tener presente una idea básica que ya expuso Aristóteles. Para comunicar con eficacia y mover a actuar al público, es necesario combinar en el discurso tres factores: Logos (argumentos lógicos, entendibles para la audiencia), ethos (que se reconozca autoridad y credibilidad al orador) y pathos (que se establezca conexión emocional con los oyentes).
(Imagen. Detalle de "Cicerón denuncia a Catilina", mural de Cesare Maccari)