¿Puede un museo que presume de excelencia presentar al público un dato erróneo, palmario y muy fácil de corregir, y mantenerlo durante años? No hay que ser experto en comunicación para tener claro que actuar así le da mala imagen y va contra la esencia de su labor; pero es lo que viene haciendo desde su apertura, en julio de 2010, el Museo de la Evolución Humana de Burgos (MEH), además de no respetar otro principio básico de la comunicación corporativa, como es no hacer falsas promesas ante una reclamación.
El MEH tiene como pieza central los descubrimientos de los cercanos yacimientos de Atapuerca, aunque también trata de las distintas disciplinas científicas y teorías en torno a la evolución humana, por lo que una parte de sus salas trata de la Neurología y explica los descubrimientos de Santiago Ramón y Cajal. En un panel sobre la vida del científico leí, en agosto de 2010, mes y medio después de que se abriera el museo, que nació "en Petilla, un pueblo aragonés en territorio navarro", cuando es justo al contrario: Petilla pertenece administrativamente a Navarra, pero está en la provincia de Zaragoza. Se trata de un mero error de redacción, como muestra que la versión en inglés del texto sea correcta, pero, en mi opinión, inadmisible en una institución que según su página web tiene vocación de ser "un referente museístico y divulgativo a nivel nacional e internacional".
Días después, escribí un correo al museo advirtiendo la errata y al poco, 28 de agosto de 2010, recibí respuesta, diciendo: "Precisamente ya éramos conscientes de ello y se está reformando la gráfica". Sin embargo, la foto siguiente, tomada por un amigo el pasado 23 de julio, demuestra que el panel sigue equivocado.
Puede objetarse que me ensaño con una anécdota personal y que se trata de un caso aislado; pero quien de veras crea en la importancia de la comunicación (por no hablar de la función educativa de los museos) convendrá en que algo importante falla en el Museo de la Evolución Humana de Burgos. Es perdonable, yo mismo lo he vivido profesionalmente, que fallaran los controles y se llegara a instalar el panel con la errata; pero no entiendo por qué un centro que costó unos 60 millones de euros no ha encontrado dinero para sustituir un simple vinilo y por qué el MEH no se siente obligado a dar información correcta a los 74.000 visitantes que ya ha recibido.
La teoría insiste en máximas como que la comunicación debe ser integral y coherente, en que todos los actos conforman nuestra imagen pública, en el respeto a la verdad o en que hay que atender debidamente las quejas. Quizá la lección del MEH es que la realidad admite excepciones.
(Fotografía del MEH, de Juan Ramón Rodríguez Sosa, publicada en Flickr bajo licencia CC-by)
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