Los creadores de publicidad y propaganda estarán encantados de conseguir la adhesión emocional de una masa de personas con sus mensajes; pero la manera más efectiva de lograrlo no debería ser utilizada en otros modos de comunicación persuasiva como las columnas y editoriales periodísticos o la información corporativa porque supone cortar totalmente la raíz de información, de base en hechos, de explicación razonada, que deberían tener estos últimos géneros. Y lo que lo sustituye es el kitsch.
Generalmente, se usa este término en el campo de la estética, así la RAE lo define "Dicho de un objeto artístico: Pretencioso, pasado de moda y considerado de mal gusto"; aunque además suele conllevar una crítica moral a quienes se identifican con dicho objeto (la palabra surgió en Alemania, a finales del siglo XIX, para describir el gusto vulgar de los nuevos burgueses, que pretendían imitar las señas culturales de las élites tradicionales). Pero son varios los autores que han tratado del kitsch como un concepto ideológico. El novelista checo Milan Kundera lo hace en el capítulo 7 de su novela La insoportable levedad del ser y, tan recientemente como el pasado mes de septiembre, Antonio Muñoz Molina dedicó al tema una comentada columna en el diario El País, titulada El kitsch nacional. Nada mejor que una selección de estos textos (en algún caso, levemente recortados) para explicar qué es el kitsch:
"El kitsch es el imperio de los aspavientos incontrolados de la emoción y la sensibilidad, de la desproporción entre la sustancia y el envoltorio, del subrayado insistente, del golpe de efecto seguro por encima de la sugerencia" (AMM)
"Provoca dos lágrimas de emoción.La primera lágrima dice: ¡Qué hermoso, los niños corren por el césped! La segunda: ¡Qué hermoso es estar emocionado junto con toda la humanidad al ver a los niños corriendo por el cesped!" (MK)
"Por supuesto el sentimiento que despierta debe poder ser compartido por gran cantidad de gente. Por eso debe basarse en imágenes básicas: la patria traicionada, el recuerdo del primer amor" (MK)
"En las ficciones del kitsch, la singularidad de las personas se disuelve en la pertenencia a grupos caracterizados de antemano y a los buenos se les reconoce tan de inmediato como a los malvados" (AMM)
"Ni la democracia ni el arte excluyen los sentimientos, pero no les dejan la última palabra. El kitsch exhibe la emoción y la alimenta exagerándola. Su presunta autenticidad la vuelve irrebatible. Cualquier objeción a ella se convierte en un ultraje" (AMM)
"En el imperio del kitsch totalitario las respuestas están dadas de antemano y eliminan la posibilidad de cualquier pregunta" (MK)
Un ejemplo: el atentado del Pilar
¿Cuántos debates actuales en los medios y la sociedad no son sino enfrentamiento de dos visiones kitsch distintas? Pero el kitsch más extremo puede asomar en cualquier momento, como pude comprobar no hace Zaragoza, donde resido, a raíz del atentado en la basílica del Pilar, en el que un grupo anarquista hizo explotar una bomba en el templo, causando leves daños materiales.
Los motivos que adujeron los autores, en un comunicado publicado en internet, no podían ser sino kitsch desatado: Porque las visitas de Franco o Juan Pablo II convierten el edificio en "uno de los principales símbolos y punto de encuentro del fascismo", por ser la virgen patrona de los "asesinos a sueldo" de la Guardia Civil, o porque en su interior "cuelgan como verdaderos trofeos las banderas de todos los Estados que dominan el territorio latinoamericano". Pero el editorial que dedicó al tema Heraldo de Aragón, no le iba a la zaga. "La Virgen del Pilar -señalaba- es columna de los afanes y alegrías de los aragoneses; y el sólido apoyo donde, a lo largo de la historia, han buscado y siguen buscando consuelo y fortaleza en las dificultades".
El atentado fue ridículo y lamentable, y los argumentos para condenarlo son obvios, comenzando porque el uso de la violencia es injustificable y terminando por el respeto que merece un monumento artístico nacional; pero el editorialista optó por una llantina sentimental, partiendo de "verdades" tan defendibles como las de los terroristas.
Es mi caso personal, pero también el de muchas personas, conocidas mías o no. He vivido siempre en Aragón, me siento especialmente ligado a esta tierra y me he preocupado por apoyar los proyectos que me parecen beneficiosos para su gente; pero ni he sentido nunca devoción pilarista ni he buscado consuelo en su imagen, ¿soy un mal aragonés?. Y aquí se muestra el grave problema del kitsch; como dice Kundera es una dictadura del corazón y las dictaduras no admiten disidentes.
(Fotografía de Thiffany Terry, publicada en Flickr bajo licencia CC-by)
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Con la iglesia hemos topado, amigo. Y ya sabes, en Aragón, si algo hay intocable es la virgen del Pilar, el Ebro y, hasta hace unos meses, Ibercaja. Por lo demás, estoy de acuerdo en tu posición sobre los actos violentos. Saludos
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